sábado, 16 de marzo de 2013

Imperativos y Formulas convencionales


Puntualizaciones del profesor

Las peticiones pueden realizarse directa, o bien indirectamente. Realizar una petición de manera directa supone, básicamente, formularla a través de un imperativo, o simplemente mencionando aquello que quieres conseguir:

(1) La sal, por favor.
(2) Pásame la sal. 

Más allá de esas formulaciones directas, todas las formulaciones son, en mayor o menor grado, indirectas. Y ahí tienes dos opciones para pedir: o las fórmulas convencionales o las insinuaciones.

Las fórmulas convencionales son frases del tipo:

(3) ¿Tienes un bolígrafo?
(4) ¿Me darías un cigarrillo?
(5) ¿Puedes cerrar la ventana?
(6) ¿Te importaría hablar tú con el jefe?
(7) ¿Me harías el favor de ir en mi lugar?

Las frases (3)-(7) son formulaciones indirectas porque lo que hace el emisor es preguntar por la posibilidad, la capacidad o la buena voluntad del destinatario. Es decir, actúa como si estuviera por debajo del destiinatario, como si se pusiera a su merced. Es solo una estrategia de cortesía, claro.

El hecho de que estas formulaciones indirectas sean en la práctica tan frecuentes las ha convertido en "convencionales": son formas estereotipadas de pedir algo.

Por último, tenemos las insinuaciones. Las insinuaciones no son convencionales, porque (a diferencia de las anteriores) no son formas estereotipadas de formular una petición. Las insinuaciones suelen considerarse aún más corteses que las fórmulas convencionales, ya que el emisor ni siquiera llega a pedir lo que quiere, y confía en las capacidades inferenciales del destinatario para que entienda el deseo de que haga algo:

(8) Qué frío hace hoy, ¿no?
(9) ¡Qué bueno estaba el té que me diste el otro día!

En resumen: los imperativos no son fórmulas convencionales, y las insinuaciones tampoco. Las fórmulas convencionales son maneras indirectas de manifestar una petición que han pasado a ser comunes en la lengua

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